Roberto Lavagna fue ministro de Economía de la Nación entre 2012 y 2015. Capitaliza lo que aprendió entonces, formulando una propuesta laboral que, además de la realidad, tiene en cuenta algunas restricciones políticas e institucionales, y por consiguiente merece ser considerada.
¿Cuál es el problema? La necesidad de que el sector privado aumente la demanda de trabajo. La cual depende del nivel esperado de ventas y producción, del costo y de los riesgos laborales. La propuesta alude a estos últimos dos factores.
Cuando digo que es digna de consideración me refiero al hecho de que, en la Argentina 2020, proponer una reforma laboral integral es una pérdida de tiempo, y pensar que con las actuales legislación e instituciones laborales, el sector privado creará empleo, equivale a creer en los Reyes Magos.
Lavagna propone que lo que está, está, con la mitad del empleo privado amparado por leyes y jurisprudencia que impiden crear nuevo empleo, pero que el resto se rija por lo que funciona en el sector de la construcción.
En la década de 1960 Bernardo Loitegui, a cargo de obras públicas, inventó una «libretita» donde el propietario de una obra en construcción anota la porción del salario de los obreros que deposita en una cuenta, para que éste pueda hacer frente a sus gastos, al terminar la obra y mientras consigue trabajo en otra. Milagrosamente el sistema sigue funcionando hasta nuestros días.
¿Es posible generalizar lo que pasa en la construcción al resto de las actividades económicas? La respuesta a boca de jarro es negativa, pero antes de rechazarla de plano, pensemos.
Como digo, en el sector de la construcción una empresa no puede garantizar la continuidad laboral, entre obra y obra. Tendemos a imaginar que en la industria manufacturera, el comercio, etc., la demanda de bienes es mucho más estable. ¿Lo es?
Vivimos momentos muy especiales, pero esto no quiere decir que volveremos, no digo a la normalidad precoronavirus, sino a la que existía hace algunas décadas. La única manera de satisfacer una demanda de bienes cambiante, a través del correspondiente ajuste de la oferta, pasa por la flexibilidad en las relaciones laborales.
John Maynard Keynes propuso contratar a los desocupados encargándoles a la mitad que durante el día hicieran pozos, y al resto que durante la noche los taparan. «Mi propuesta es mejor que nada, ¿usted tiene una mejor? Plantéela». Lavagna dice lo mismo.