El nuevo rover, construido en el mítico Jet Propulsion Laboratory de la NASA en la ciudad californiana de Pasadena, es una versión mejorada de Curiosity: sus seis ruedas son más fuertes, es más rápido, más inteligente y puede autopilotarse 200 metros cada día.
El vehículo mide tres metros de largo, pesa una tonelada, tiene 19 cámaras, dos micrófonos -una novedad- y un brazo robótico de dos metros. Un generador de plutonio cargará sus baterías.
Una vez en Marte, la NASA intentará hacer despegar el helicóptero Ingenuity, de 1,8 kilos, en el aire marciano, denso como el 1% de la atmósfera terrestre. El objetivo es demostrar que es posible.
La misión principal del robot de la Nasa consistirá en buscar rastros de vida pasada. Los científicos creen tener pruebas de que, hace más de 3.000 millones de año, Marte era más caluroso y estaba cubierto de ríos y lagos, ingredientes que hicieron nacer los microbios en la Tierra. Luego, el planeta rojo se volvió frío y seco, por motivos que los astrónomos aún desconocen.
Perseverance recogerá también una treintena de muestras de rocas en tubos, que una futura misión conjunta de Estados Unidos y Europa recuperará y llevará a la Tierra no antes de 2031.
La prueba indiscutible de una vida pasada en Marte, si de verdad la hubo, no se confirmará probablemente antes del análisis de esas muestras en la próxima década, aseguró Thomas Zurbuchen, el jefe científico de la NASA.
«Buscamos seguramente una forma de vida muy primitiva, no formas avanzadas como osamentas o fósiles de helecho», explicó Ken Farley, científico del proyecto en la Universidad Caltech.
La NASA tiene previsto hacer aterrizar Perseverance en el cráter de Jezero, formado hace unos 3.800 millones de años, y más precisamente en un lugar parecido a un delta.