Pasaron dos años sin poder marchar en las calles a causa de la pandemia de Coronavirus. Por eso, esta tarde, quizás todo tuvo un condimento un poco más especial, porque significó no sólo el reencuentro para unir las voces en un grito unánime ante la impunidad de crímenes por violencia de género, sino que también, se vivió como un desahogo para expresarse ante los femicidios que no cesan y un sistema judicial que no siempre está a la altura de las circunstancias
Algunas mujeres, marcharon en compañía de amigas, otras, con compañeras de trabajo y también acompañadas de sus pequeñas hijas que portaban el pañuelo violeta característico del movimiento «Ni Una Menos». Otras más, salieron de su trabajo y fueron por su cuenta a la marcha. «Necesitaba venir y sentir que hago algo entre tanto dolor» expresó una mujer.
Carteles con consignas «Si nos tocan a una, nos tocan a todas» dejaban en claro una vez más, la unión que puede darse cuando se escucha y empatiza con los casos de cada mujer.
